Quo vadis Europa?

El futuro de Europa, a debate

«El problema no es la idea de Europa, el problema es la ejecución de la idea»

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Raül Romeva i Rueda (Madrid, 1971) es doctor en Relaciones Internacionales y diputado por ICV en el Parlamento Europeo. Trabajando para UNESCO y OSCE vivió de cerca la posguerra en Bosnia y Herzegovina. Forma parte del grupo de los Verdes/ALE, del que es vicepresidente, desde 2004. Es reconocido como uno de los parlamentarios más activos, destacan sus informes sobre la exportación de armas y sobre los abusos de la actividad pesquera. Actualmente cumple su segunda legislatura y acaba de anunciar que no se va a presentar a las elecciones de 2014.

¿La crisis ha puesto de relieve las carencias del proyecto o ha servido para evitar conflictos como los del pasado?

Lo que sí se pone de manifiesto es que el déficit democrático hoy es el problema de fondo. En estos momentos la UE está ante una encrucijada fundamental: o lo arreglamos o el proyecto desaparece. Empezamos esta deriva cuando discutimos el proyecto constitucional en 2004. Algunos  seguían alimentando el discurso de “aunque sea un pequeño pasito hacia delante ya basta”. No, ya no basta. El proyecto tiene problemas estructurales y si no la arreglamos no va aguantar.

¿Dónde falla la estructura?

La estructura tiene como eje vertebrador el déficit democrático. La UE tiene que reaccionar en todos sus niveles porque si esto no se arregla va a ser claramente contraproducente. No se va a aceptar las decisiones como legítimas.

¿Se ha puesto el acento en la eficacia antes que en la democracia?

Sí. La gran falacia que se nos ha querido vender en los últimos tiempos es la del gobierno técnico. Esto es mentira. Un gobierno tiene que gobernar y cuando se gobierna se toman decisiones políticas, aunque tengan base técnica. Cualquier decisión tiene un trasfondo político. Es una gran falacia creer que se puede gestionar la política desde una asepsia ideológica.

¿No se puede tomar una decisión no ideológica?

La no ideología es una ideología. El gran reto que hoy tiene la UE es la repolitización. Esa perversión que significa decir: “En Europa están los tecnócratas que saben de qué va la historia y no están contaminados por ideologías políticas” es lo que ha hecho creer que las decisiones que se tomaban eran las correctas.

¿Y no lo eran?

La prueba de que esto no era así está en los ejemplos como el de Chipre. En cómo se gestionó el gran desastre comunicativo y económico. Incluso el FMI están reconociendo que la austeridad está provocando un desfase social dificilísimo de resolver.

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¿Qué es hasta ahora el parlamento europeo y que debería ser?

El Parlamento es más de lo que mucha gente cree que es y menos de lo que debería ser. La percepción de que el Parlamento no pinta nada es errónea. El Parlamento es codecisor en el 80% de las decisiones.

¿Y en qué aspectos es menos de lo que debería ser?

En la política exterior y la toma de decisiones de carácter económico. Y paradójicamente, al ser la única institución europea elegida directamente por la ciudadanía es la recibe el castigo por esa ausencia de democracia europea. La paradoja está en que para castigar el déficit democrático europeo castigamos a la institución que más se acerca a una democracia.

¿No hay una culpa también de los europarlamentarios por defender los intereses nacionales?

Ha proliferado mucho la idea de que a Bruselas hay que negociar el “qué hay de lo mío” y esto ha generado una política muy localista.  La dimensión de Merkel en toda la política europea no responde a un interés europeo, responde a un interés alemán. El problema de Europa no es la idea de Europa como tal, sino que esta idea de Europa está secuestrada por las capitales de los países europeos.

Si no hay voluntad política para un cambio, ¿por qué insistir?

La decisión es entre “seguimos adelante” o “nos plantamos”. Desearía que hubiera una batida colectiva, que nos diéramos cuenta que lo que hemos estado haciendo hasta ahora es insuficiente y que corrigiéramos el rumbo.

¿Qué futuro percibe ante este escenario?

Sigo creyendo en la idea de Europa, que es necesario sumar esfuerzos para entender que en un marco globalizado los intereses comunes reducen el riesgo de conflictos. La idea no es el problema, el problema es la ejecución de la idea. Es imposible una unión monetaria sin una política económica.

¿Cree que el “sigamos adelante” se impondrá sobre el “nos plantamos”?

La tarea es complicada. Situaciones más difíciles se han superado, no se han superado con buena voluntades, sino porque ha habido un shock en el sistema, ha habido un choque de trenes que exigía corregir el rumbo.

¿Y ahora?

Estamos en ese choque de trenes, que tiene por un lado la ciudadanía y por el otro lado a un establishment institucional que tiene que reaccionar o va a provocar un enfrentamiento que, en las calles, está empezando ya a producirse.

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¿Teme un bloqueo del Parlamento en las elecciones del año que viene?

Lo peor es que aumente la presencia en el PE de las fuerzas políticas euroescépticas o eurófobas, que son dos caras de la misma moneda. Este es el gran riesgo que yo veo.

¿Cómo se puede hacer contrapeso a esas fuerzas en el escenario actual?

Provocando un cambio de rumbo radical de la política intergubernamental. Si el problema lo tenemos en las capitales es en las capitales que hay que resolverlo. En Bruselas, poco margen queda.

¿Hay tiempo para hacer esos cambios?

Hay tiempo, pero no nos engañemos, el problema es estructural. Algunos proponemos una solución un poco más radical, que es la elaboración de un proceso constituyente. Después de más de 50 años de existencia, toca reinventarnos, volver a hacer un diseño del marco.

¿Qué tipo de arquitectura institucional propone?

No es sólo un tema de tener una cara y un teléfono. Ayudaría que el presidente de la Comisión Europea pudiera ser elegido directamente por la ciudadanía, pero no es suficiente. Lo importante es que la propia estructura institucional europea cambie. Hay que simplificarlo.

¿Cómo?

Como lo que tenemos en un estado normal. Una cámara alta, como un senado representativo de los territorios, que no tienen por qué ser necesariamente los estados. Y una cámara baja, que es la que representa directamente a la ciudadanía, en función de los colores políticos. Si queremos que el proyecto sobreviva hay que planteárselo. Si el objetivo final es que el proyecto se hunda, redefinamos bien quien quiere seguir adelante.

¿Una Europa de distintas velocidades?

Ya existe. El euro es una Europa de distintas velocidades. Schengen es una Europa de distintas velocidades. Lo que no puede ser es que tú tengas derechos garantizado o no según el DNI. En una Europa que se jacta o se vanagloria a nivel mundial de ser la vanguardia de los derechos fundamentales esto es inaceptable.

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Si previsiblemente el nuevo Parlamento no trabajará en esa dirección, ¿qué queda entonces?

La revolución ciudadana. Estamos en un momento en que tenemos que darnos cuenta de que la única solución que hay es una reapropiación por parte de la ciudadanía de los procesos democráticos. Es difícil hacerlo, pero hay fórmulas.

¿Que significa «reapropiación»?

Los problemas que la ciudadanía percibe como un freno son los partidos políticos. Tenemos que vincular todavía más el meter un voto en una urna con una consecuencia.

¿Merkel manda en Europa? 

El que tiene la llave de la caja manda. Tiene lógica. El principal donante marca la agenda, pero desde el punto de vista del proyecto colectivo genera muchas dudas. Cuando Merkel hace lo que hace en Bruselas no está pensando en el interés europeo, está pensando en las elecciones que tendrá en setiembre en su país.

¿Cómo responde a los argumentos del norte de Europa?

Tienen su base. El gran error es plantear todo el debate como si fuera un problema entre el norte y el sur. Hay muchos bancos que cuando esta crisis comenzó a fraguarse hicieron mucho negocio, también en Alemania.

¿No existe un enfrentamiento norte-sur?

No es un enfrentamiento entre naciones, sino entre modelos ideológicos. Hay que confrontar ideologías en Europa porque al confrontar países los egos de cada uno son incontrolables.

Pues los países del sur han pactado y aceptado las condiciones de la austeridad…

Cuando se pone una pistola en el cuello y te dicen «o aceptas o disparo» la tendencia es a aceptar el pacto. Hay que saber en qué condiciones se ha aceptado. Es un debate falso el que se plantea entre el rigor del norte y el despilfarro del sur. Nadie está hablando de legalizar el despilfarro.

Si el despilfarro no es el problema, ¿cuál es?

Malos controles de la gestión pública, en el norte y en el sur. Pero no se puede ayudar a un moribundo metiéndole el pie en el cuello. Si quieres salvarlo tienes que darle un poco de tiempo para recuperar. El propio impulsor de la medida ya  está diciendo que excederse con las medidas de austeridad tiene un efecto contraproducente. No hace falta ser keynesiano para darse cuenta de ello.

La Comisión defiende que la austeridad ha dado buenos resultados, y por eso se flexibiliza ahora. 

Llega tarde. Y un buen resultado sería la reducción del paro. Más de un 50% de paro juvenil no es un buen resultado. Si la gente no tiene trabajo no consume. No se genera actividad económica, los inversores no invierten y no hay recuperación posible.

¿La reducción del déficit no es un buen resultado?

Eso es simplemente un resultado aritmético. Pero no estamos generando ocupación, y en la medida que no lo hagamos estos supuestos brotes verdes indican bien poco.

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